Un ajuste de cuentas sin anfitrión: ¿Puede permitirse la izquierda deshacerse de los liberales?
¿Cómo debe posicionarse estratégicamente la izquierda frente al liberalismo en este nuevo momento político? Carlo Invernizzi Accetti sobre la estrategia socialista en Controlar y proteger, de Paolo Gerbaudo.
Históricamente, la cuestión sobre cómo afrontar la relación entre el liberalismo y la izquierda ha estado en el centro de la autocomprensión de esta última posición política, tanto conceptual como estratégicamente. Inmediatamente después de la Revolución Francesa, cuando el concepto de "izquierda" adquirió por primera vez connotaciones políticas, ambas ideologías eran indistinguibles. A lo largo del siglo XIX, los movimientos obreros y socialistas pusieron en tela de juicio muchos de los principios básicos del liberalismo. Durante el siglo XX, liberales y socialistas oscilaron entre periodos de alianza estilo "frente popular" contra el fascismo y una oposición recíproca dictada por la lógica de la Guerra Fría.
Durante el breve periodo posterior a esta contienda bélica, la naturaleza de su relación pareció haber perdido urgencia debido al colapso de las principales alternativas existentes a los regímenes capitalistas liberales. Hoy, sin embargo, esta pregunta vuelve a ser profundamente relevante, especialmente debido al resurgimiento de las diversas formas de movilización de la extrema derecha, que atacan con igual vigor tanto al liberalismo como a la izquierda.
En Controlar y proteger, Paolo Gerbaudo ofrece un argumento convincente para adentrarse en este conjunto de cuestiones. Lo hace basándose en un análisis exhaustivo de la configuración política actual y en una propuesta audaz para renovación de la postura de la izquierda dentro de esta. La tesis principal del libro es que el "marco neoliberal" que dominó la política de las democracias occidentales avanzadas durante la mayor parte de las últimas cuatro décadas se está desmoronando. En su lugar, asistimos al surgimiento de un "neoestatismo" cuyos elementos centrales son: una revalorización normativa de la noción de soberanía; un renovado interés por la conveniencia de la protección mutua frente a una serie de peligros nuevos (y no tan nuevos); y una reapropiación democrática de los medios de control social.
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Se dice que esta forma de neoestatismo es susceptible a diferentes determinaciones políticas. En particular, Gerbaudo distingue un "proteccionismo propietario" de derechas, característico del populismo nacionalista contemporáneo, de un "proteccionismo social" de izquierdas, que asocia al reciente renacimiento de diversas formas de socialismo democrático. Así, la lucha política clave del presente es entre la extrema derecha nacionalista y la extrema izquierda socialista, y esta contienda gira en torno al tipo específico de neoestatismo hacia el que nos dirigimos inexorablemente.
En términos de estrategia política, esto se traduce en una invitación a que la izquierda deje de tejer alianzas electorales y políticas con los "centristas liberales", a quienes Gerbaudo considera todavía comprometidos con la defensa del moribundo orden neoliberal. En su lugar, sugiere que la izquierda desafíe directamente a la extrema derecha en el terreno del neoestatismo, defendiendo sus propias versiones de los principios de soberanía, protección y control. Este es el núcleo de su visión de un "socialismo que protege".
A continuación, plantearé algunas cuestiones sobre el análisis y la propuesta de Gerbaudo, con el fin de sugerir que la izquierda podría no querer "abandonar" tan rápidamente a los liberales o al liberalismo. Debo dejar claro, sin embargo, que estas cuestiones se plantean con un espíritu de genuino aprecio por sus incisivos argumentos y su claridad de objetivos. Es porque los problemas que plantea su libro son tan acuciantes e importantes que invito a seguir indagando en ellos.
Comienzo con algunas consideraciones empíricas. ¿Se encuentra el centrismo liberal tan obsoleto y electoralmente irrelevante como lo presenta Gerbaudo? Su libro nos recuerda que la desaparición del liberalismo ya había sido predicha varias veces en el pasado. Por ejemplo, en un momento dado, Gerbaudo cita a Steve Bannon, sugiriendo que "no estaba demasiado equivocado [en 2016] cuando dijo que la lucha política que define nuestro tiempo es entre el populismo nacionalista representado por Trump y sus aliados europeos y el populismo socialista que identificaba con Jeremy Corbyn y Bernie Sanders"
En retrospectiva, las cosas parecen tomar un rumbo bastante diferente. En Estados Unidos, las elecciones presidenciales de 2020 no depararon el (tan deseado como temido) enfrentamiento entre Trump y Sanders. La facción del Partido Demócrata que salió victoriosa con Joe Biden defendía clara y explícitamente una forma de centrismo liberal. Del mismo modo, en Francia, las próximas elecciones presidenciales se perfilan como una contienda entre el decididamente centrista Emmanuel Macron y las versiones del nacionalismo de extrema derecha de Marine Le Pen o Eric Zemmour. El populismo de izquierdas de Jean-Luc Mélenchon ocupa un distante cuarto lugar en todas las encuestas disponibles.
Foto: Florian Philippot.
En Alemania, las recientes elecciones parlamentarias tampoco han confirmado el patrón general de "polarización radical" que constituye el núcleo del análisis de Gerbaudo. Tanto Alternativ für Deutschland (AfD), de extrema derecha, como Die Linke, de extrema izquierda, perdieron importantes cuotas de apoyo y ahora los socialdemócratas están en conversaciones para formar coalición con los liberales y los verdes. Incluso en Italia ―uno de los principales casos de referencia en el libro de Gerbaudo―sus predicciones empíricas no parecen corroborar lo que en realidad está ocurriendo. El renacimiento de una extrema izquierda socialista se encuentra, como mínimo, rezagado. Además, el principal baluarte contra el populismo de extrema derecha lo ha ofrecido un centro liberal inesperadamente resistente, que encontró un campeón formidable en el estilo político inclusivo y transigente de Mario Draghi.
A la luz de estos acontecimientos, ¿no está Gerbaudo "prescindiendo del anfitrión" al anticipar una batalla decisiva entre la extrema izquierda y la extrema derecha, basada en la inminente desaparición del centrismo liberal? Esto no se trata sólo de una cuestión empírica. A nivel normativo, me pregunto si la visión de Gerbaudo de un "socialismo que protege" es tan atractiva como él supone. Una forma de abordar esta cuestión es observar lo sorprendentemente poco dialéctica que resulta su argumentación.
Aunque la metáfora de un "Gran Retroceso" aludida en el libro está aparentemente tomada de Hegel, la principal transición histórica que prevé equivale a una mera "inversión" del neoliberalismo. Se dice que este último ha sido una "exo-política" que ha hecho un fetiche de la apertura y la libre circulación, mientras que el neo-estatismo se describe como una "endo-política" que acepta una cierta medida de cierre desde el exterior, con el fin de centrarse en la reorganización de las relaciones de poder dentro de la política.
En términos de Hegel, esto constituye una negación puramente "abstracta", ya que no hay una determinación o "sublación" ulterior de lo que se está negando. Mi preocupación es que esto pueda acabar coartando la visión de Gerbaudo de un "socialismo que protege" de importantes recursos normativos en los que la izquierda se ha apoyado históricamente. Aquí indicaré tres de estas cuestiones potenciales como invitación a que Gerbaudo elabore sus puntos de vista al respecto.
La primera se refiere al concepto de libertad, que sorprendentemente casi nunca se discute en el libro de Gerbaudo. Las pocas veces que se menciona se hace en el contexto de denuncias de las dislocaciones sociales supuestamente provocadas por el compromiso del neoliberalismo con la idea de un "mercado libre". ¿Implica esto que Gerbaudo está dispuesto a conceder por completo el valor de la libertad a sus oponentes políticos mientras defiende que la izquierda debería centrarse en cambio en la soberanía, la protección y el control?
Como él señala, históricamente estos tres conceptos han recibido sus elaboraciones más desarrolladas en la obra de pensadores para los que el valor de la libertad ha tenido poca importancia. El ejemplo más obvio es un autor tratado con mucho más detalle que Hegel en el libro de Gerbaudo: Thomas Hobbes. Como señala Gerbaudo, la filosofía política de Hobbes gira enteramente en torno al objetivo de proteger a los seres humanos del peligro y el miedo, por medio de la soberanía y el control. En este sentido, su visión de un "socialismo que protege" parece más hobbesiana que hegeliana.
Sin duda, Gerbaudo también reconoce que, de acuerdo con el pacto hobbesiano, "la protección implica un acto de sometimiento, una dominación del poderoso sobre el impotente, del soberano sobre los súbditos, del protector sobre los protegidos". Sin embargo, lo único que responde es que: "Los dilemas políticos actuales exigen que se supere esta crítica libertaria del poder, que raya la estadofobia... No hay forma de abordar los retos actuales sin una recuperación y democratización del control de arriba abajo".
Me pregunto cuánto espacio deja esto para una apreciación positiva del valor de la libertad, y, de hecho, si eso puede ser aceptable para una tradición política que históricamente se ha entendido a sí misma como un intento de hacer realidad las promesas de la Revolución Francesa de libertad, igualdad y fraternidad (no de soberanía, protección y control).
El lenguaje de un "subtexto" traiciona aquí un viejo reflejo de la izquierda de reducir las cuestiones culturales y simbólicas a cuestiones materiales presuntamente más fundamentales. Pero, ¿es esto todo lo que la izquierda puede decir sobre las luchas por la emancipación racial (pero también de género) que han estallado en todas partes en los últimos años? En la medida en que estos movimientos de protesta son portadores de demandas progresistas de redistribución simbólica –además de material–, parecería que un papel más productivo para la izquierda sería el de interpretar y canalizar sus aspiraciones en una dirección verdaderamente emancipadora, en lugar de descartarlas sin más porque no parecen encajar en las categorías dudosamente "universalistas" que forman parte de lo que se está cuestionando en primer lugar.
Por último, una tercera cuestión potencial derivada de la concepción de Gerbaudo de la relación entre el liberalismo y la izquierda se refiere a la noción de progreso, entendida como una orientación normativa hacia un ideal de emancipación humana plena, que debe realizarse dentro del horizonte de la historia humana. Éste ha sido históricamente un componente central de la perspectiva política de la izquierda, ya sea en forma de una aspiración gradualista hacia la reforma o de las demandas revolucionarias para un cambio repentino y radical.
Ninguna de las dos se encuentra en la visión de Gerbaudo de un "socialismo que protege". Adhiriéndose de nuevo más a Hobbes que a Hegel, asume que la política consiste en la gestión perpetua de los "peligros" y "miedos" sociales emergentes. Por tanto, en el marco de su visión de la izquierda, parecería que no hay lugar para la esperanza, entendida como aspiración a un estado de cosas radicalmente mejor.
Visto así, no es de extrañar que en los pocos casos en los que realmente se produjo un desafío frontal entre la extrema derecha nacionalista y una izquierda socialista del tipo que prevé Gerbaudo, la extrema derecha saliera siempre victoriosa. En 2012, Jean-Luc Mélenchon decidió forzar precisamente un desafío de este tipo, disputándole el escaño parlamentario a Marine Le Pen en el distrito de Pas-de-Calais. Perdió por más de 20 puntos porcentuales. En el periodo previo al referéndum sobre el Brexit en el Reino Unido, hubo algunos en la izquierda que creyeron que un voto a favor de la salida sentaría las bases para una dura elección entre una visión nacionalista de extrema derecha y una visión socialista de extrema izquierda para el futuro del país. Ahora debería estar claro cuál de los dos ha "retomado el control".
Esto tampoco debería ser una sorpresa. Cuando la izquierda opta por saltarse el centro liberal y enfrentarse a la extrema derecha en su propio terreno, se encuentra por definición en desventaja. Así que, tal vez, la estrategia de formar un frente común entre el socialismo y el liberalismo no sea tan errónea u obsoleta como la presenta Gerbaudo, especialmente como baluarte contra la extrema derecha.
De hecho, la idea de un "socialismo liberal" fue teorizada por primera vez por Carlo Rosselli en la década de 1920, precisamente como antídoto contra la creciente ola fascista. Su intención declarada era preservar las aportaciones históricas normativamente valiosas del liberalismo y, al mismo tiempo, ir más allá, radicalizando y generalizando las libertades y las adquisiciones materiales que el liberalismo sólo había puesto hasta entonces a disposición de una minoría. En este sentido, constituyó un intento verdaderamente dialéctico de superar las limitaciones de un liberalismo desprovisto de aspiraciones socialistas.
Podría decirse que también existen algunas corrientes de la política contemporánea que intentan algo similar en la actualidad. Esta puede ser, por ejemplo, una forma de interpretar el intento de la administración Biden de mantener unidas a las facciones socialista democrática y centrista liberal del Partido Demócrata estadounidense mediante una ambiciosa agenda de inversión pública en diversos ámbitos sociales. El gobierno de coalición español entre el partido histórico de centro-izquierda del país y Podemos, de tendencia más izquierdista, está haciendo algo similar, mientras que las negociaciones en curso en Alemania entre los socialdemócratas, los liberales y los verdes también presagian un cambio significativo hacia la izquierda en la dirección política del país.
Lo más importante es que ninguno de estos proyectos políticos contemporáneos se opone al centrismo liberal. Por el contrario, todos buscan integrar un compromiso fundamental con los valores liberales básicos con aspiraciones socialistas más radicales. Mi última pregunta, entonces, es si esto hace que dichos proyectos políticos sean incompatibles con la visión de Gerbaudo de un "socialismo que protege", o si hay lugar para algún tipo de causa común entre ellos.
Este artículo fue publicado originalmente en Verso Books.