Palestina habla por todos
Frente a quienes quieren separar a los palestinos buenos y malos que resisten a la ocupación y a los ataques, Jodi Dean escribe un artículo en defensa de la emancipación universal radical, encarnada en la causa palestina.
Las imágenes del 7 de octubre de parapentistas evadiendo las defensas aéreas israelíes supusieron para muchos de nosotros un hecho estimulante. Fueron momentos de libertad que derrotaron las expectativas sionistas de sumisión a la ocupación y el asedio. De esta forma, fuimos testigos de actos aparentemente imposibles de valentía y desafío ante la certeza de la devastación que vendría después (que Israel practica la guerra asimétrica y responde con una fuerza desproporcionada no es ningún secreto). ¿Quién no se sentiría lleno de energía al ver a los oprimidos derribar las vallas que los cercaban, alzarse a los cielos en huida y volar libremente por los aires? La ruptura del sentido colectivo de lo posible hizo que pareciera como si cualquiera pudiera ser libre, como si el imperialismo, la ocupación y la opresión pudieran y fueran a ser derrocados. Escribió la militante palestina Leila Khaled sobre el éxito de un secuestro en sus memorias, My People Shall LiveMi pueblo vivirá, "parecía que cuanto más espectacular era la acción, más mejoraaba la moral de nuestro pueblo". Este tipo de acciones destruyen las expectativas y crean una nueva sensación de posibilidad, liberando a la gente de la desesperanza y la desesperación.
Cuando presenciamos tales acciones, muchos de nosotros también sentimos esa sensación de apertura. Nuestra respuesta es indicativa del efecto sujeto que desencadenan las acciones: algo en el mundo ha cambiado porque un sujeto ha inscrito una brecha en lo dado. Utilizando una idea de Alain Badiou, vemos que la acción fue causada por un sujeto, produciendo así ese sujeto como efecto retroactivo de la acción que lo causó. El imperialismo intenta acallar estos sentimientos antes de que se extiendan demasiado. Los condena y los declara prohibidos.
Las imágenes de los palestinos que vemos en nuestros entornos imperialistas suelen ser imágenes de devastación, desconsuelo y muerte. La humanidad de los palestinos se condiciona a su sufrimiento, a lo que han perdido y a lo que soportan. Los palestinos reciben simpatía pero nunca alcanzan la emancipación; la emancipación acabarái con la simpatía. Esta imagen victimista produce el "buen" palestino como civil, incluso mejor como niño, mujer o anciano. Los que se defienden, especialmente como parte de grupos organizados, son malos: el enemigo monstruoso que debe ser eliminado. Pero en esta guerra todo el mundo es un objetivo. La culpa de que los palestinos "buenos" sean el objetivo se atribuye así a los "malos", una justificación más para su erradicación: cada centímetro de Gaza ofrece un escondite a los terroristas. La vigilancia de los afectos excluye la posibilidad de una Palestina libre
El afecto policial forma parte de la lucha política. Cualquier cosa que encienda el sentimiento de que los oprimidos se liberarán, de que las ocupaciones y los bloqueos terminarán, debe ser extinguida. Los imperialistas y los sionistas reducen el 7 de octubre a una lista de horrores no sólo para ocultar la historia y la realidad del colonialismo, la ocupación y el asedio. Lo hacen para impedir que la brecha de la perturbación produzca el sujeto que la causó.
La primera intifada (1987) comenzó con la "Noche de los planeadores". Los días 25 y 26 de noviembre, dos guerrilleros palestinos del FPLP - CG (Frente Popular para la Liberación de Palestina-Comando General) aterrizaron en territorio ocupado por Israel. Ambos resultaron muertos. Uno de ellos mató a seis soldados israelíes e hirió a otros siete antes de morir. Después, el guerrillero se convirtió en un héroe nacional, y los gazatíes escribieron "6:1" en sus paredes para mofarse de las tropas de las IDF. Incluso el presidente de la OLP, Yaser Arafat, elogió a los combatientes: "El ataque demostró que no puede haber barreras ni obstáculos que impidan el paso a un guerrillero que ha decidido convertirse en mártir." Nada podía retenerlos ni bloquearlos si tenían la voluntad de volar. La Noche de los Planeadores reavivó las energías afectivas de la revolución palestina que siguió a la derrota árabe en junio de 1967 y estimuló el crecimiento del movimiento guerrillero tras la batalla de Karama en marzo de 1968. Después de la Noche de los Planeadores y durante la primera Intifada, volver a ser palestino significaba rebelión y resistencia en lugar de aceptar la ciudadanía de segunda clase y el estatuto de refugiado.
En 2018, durante la Gran Marcha del Retorno, los gazatíes utilizaron cometas y globos para evadir las defensas aéreas israelíes y provocar incendios en territorio israelí. Parece que los jóvenes palestinos fueron los primeros en empezar a enviar las cometas incendiarias. Más tarde, Hamás se involucró, creando la unidad al-Zouari, especializada en fabricar y lanzar cometas y globos incendiarios. Las cometas y los globos levantaron la moral en Gaza, al tiempo que provocaron daños en la economía israelí e irritaban a los israelíes que vivían cerca de la frontera con Gaza. En respuesta a las declaraciones de un periodista italiano sobre la "nueva arma emblemática" que estaba "volviendo loco a Israel", el dirigente de Hamás Yahya Sinwar explicó: "Las cometas no son un arma. Como mucho, prenden fuego a unos rastrojos. Un extintor y se acabó. No son un arma, son un mensaje. Porque son sólo hilo y papel y un trapo empapado en aceite, mientras que cada batería de la Cúpula de Hierro cuesta 100 millones de dólares. Esas cometas dicen: sois inmensamente más poderosos. Pero nunca ganaréis. De verdad. Nunca".
Hay más contexto para leer las cometas que sobrevolaron Gaza como mensajes de un pueblo que se niega a someterse. En 2011, 15.000 niños palestinos batieron en una playa de Gaza el récord mundial de cometas voladas al mismo tiempo. Muchas de las cometas llevaban banderas y símbolos palestinos, así como deseos de paz y esperanza. Una niña de once años, Rawia, que hizo su cometa con los colores de la bandera palestina, dijo: "Cuando la vuelo, siento que estoy levantando mi país y mi bandera, en el cielo." El documental de 2013 "Flying Paper", dirigido por Nitin Sawhney y Roger Hill, cuenta la historia de algunos de los jóvenes que vuelan cometas. "Cuando volamos cometas, sentimos que somos nosotros los que volamos en el cielo. Sentimos que tenemos libertad. Que Gaza no está sitiada. Cuando volamos la cometa, sabemos que la libertad existe". A principios de este año, se volaron cometas en manifestaciones de solidaridad que tuvieron lugar en todo el mundo, expresando y amplificando una esperanza y una voluntad de libertad palestina.
El último poema de Refaat Alareer, "Si he de morir", se basa en la asociación de cometas y esperanza. Un vídeo de Brian Cox leyendo el poema circuló por Internet después de que las FDI mataran a Alareer en un ataque aéreo que demolió su edificio.
La cometa es un mensaje de amor. Está hecha para volar, y al volar crea esperanza. Las palabras de Alareer se refieren a la fabricación de la cometa, a su confección con tela y cuerdas y a su vuelo. Hacer la cometa es algo más que estar de luto; es un compromiso con el optimismo práctico, un elemento del proceso subjetivo que establece el sujeto de una política, el "tú" instruido para hacer la cometa y contar su historia.
En 1998, los palestinos construyeron el aeropuerto internacional Yasser Arafat. En 2001, durante la segunda intifada, las excavadoras israelíes lo demolieron. Como explicó Hind Khoudary, el aeropuerto estaba profundamente interconectado con el sueño del Estado palestino. Entrevistó a los trabajadores que construyeron la pista de aterrizaje que quedó reducida a escombros y arena. Como escribe Khoudary, "el aeropuerto de Gaza era más que un proyecto. Era un símbolo de libertad para los palestinos. Ondear la bandera palestina en el cielo era el sueño de todo palestino".
Los parapentistas que volaron hacia Israel el 7 de octubre continúan la asociación revolucionaria de liberación y vuelo. Aunque las fuerzas imperialistas y sionistas intentan condensar la acción en una figura singular del terrorismo de Hamás, insistiendo contra toda evidencia en que con el exterminio de Hamás desaparecerá la resistencia palestina, la voluntad de luchar por la libertad palestina la precede y la supera. Hamás no fue el sujeto de la acción del 7 de octubre; fue un agente que esperaba que el sujeto surgiera como efecto de su acción, la última instanciación de la revolución palestina.
Las palabras utilizadas por Leila Khaled para defender la justicia de la táctica de secuestro del FPLP se aplican igualmente al 7 de octubre. Khaled escribe: "Como ha dicho un camarada: Actuamos heroicamente en un mundo cobarde para demostrar que el enemigo no es invencible. Actuamos "violentamente" para soplar la cera de los oídos de los sordos liberales occidentales y quitar las pajas que bloquean su visión. Actuamos como revolucionarios para inspirar a las masas y desencadenar el levantamiento revolucionario en una era de contrarrevolución."
¿Cómo puede un pueblo oprimido creer que el cambio es posible? ¿Cómo pueden los movimientos que han sufrido décadas de derrotas llegar a sentir que son capaces de ganar? Sara Roy documentó la desesperación que invadía Gaza y Cisjordania antes del 7 de octubre. El faccionalismo y la sensación de que no sólo Al Fatah, sino también Hamás, cooperaban demasiado con Israel, habían minado la confianza en un proyecto unificador nacional. Un amigo le dijo a Roy: "Nuestras reivindicaciones pasadas han perdido sentido. Nadie habla de Jerusalén ni del derecho de retorno. Sólo queremos seguridad alimentaria y pasos fronterizos abiertos". La riada de Al Aqsa atacó esa desesperación. La coalición de combatientes de la resistencia liderada por Hamás y la PIJ (Yihad Islámica Palestina) se negó a aceptar la derrota y a someterse a la indignidad de una muerte lenta. Su acción fue diseñada para que el sujeto revolucionario apareciera como su efecto.
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En los seis meses transcurridos desde el comienzo de la guerra genocida de Israel contra Palestina, se ha producido un aumento de la solidaridad mundial con Palestina, que recuerda a la oleada anterior de los años setenta y ochenta. Como nos dijo Edward Said, a finales de los setenta "no había causa política progresista que no se identificara con el movimiento palestino". La solidaridad con Palestina unió a la izquierda, tejiendo las luchas de liberación en un frente antiimperialista global. Como dice el historiador Robin D.G. Kelly, "los radicales considerábamos a la OLP como la vanguardia de una lucha global del Tercer Mundo por la autodeterminación que recorría una "vía no capitalista" hacia el desarrollo". La militancia y la dedicación de la lucha palestina convirtieron a sus combatientes revolucionarios en modelos para la izquierda.
La lucha por la liberación palestina está dirigida hoy por el Movimiento de Resistencia Islámica - Hamás. Hamás cuenta con el apoyo de la totalidad de la izquierda palestina organizada. Cabría esperar que la izquierda del núcleo imperial siguiera el liderazgo de la izquierda palestina apoyando a Hamás. Sin embargo, lo más frecuente es que los intelectuales de izquierda se hagan eco de las condenas que los Estados imperialistas imponen como condición para hablar de Palestina. Al hacerlo, toman partido contra la revolución palestina, dando un rostro progresista a la represión del proyecto político palestino y traicionando las aspiraciones antiimperialistas de una generación anterior.
El ensayo de Judith Butler del 19 de octubre publicado en la London Review of Books es un buen ejemplo. En lugar de situar los setenta y cinco años de la Nakba y la resistencia palestina en el centro de su análisis, Butler critica a los estudiantes de Harvard por exonerar a Hamás de sus horrendas matanzas. Los grupos de Solidaridad con Palestina de Harvard habían emitido una declaración en la que consideraban al régimen israelí "enteramente responsable de toda la violencia desplegada". El ensayo de Butler presagiaba una actitud que pronto se apoderaría del mundo académico, como ocurrió en Columbia, Cornell, Penn, Harvard, la Universidad de Rochester y otros lugares. Desplazó la atención de la realidad de la violencia genocida en Gaza al entorno afectivo de las seguras y privilegiadas universidades estadounidenses. El hecho de que Butler se centrara en los estudiantes –su lenguaje y sus sentimientos, su forma de expresarse– sirvió de modelo para las audiencias del Congreso que condujeron a la dimisión de los presidentes de Harvard y Pennsylvania.
Contra los estudiantes de Harvard, Butler condenó "sin matices la violencia cometida por Hamás". Butler no cree que esa condena sea el fin de la política ni que excluya el aprendizaje de la historia de la región. Al contrario, Butler insiste en que la condena vaya acompañada de una visión moral. Dicha visión incluye o puede incluir la igualdad de agravios y el derecho al duelo, así como "nuevas formas de libertad y justicia políticas". Para Butler, sin embargo, esta visión excluye a Hamás. Butler trata a Hamás como único responsable del 7 de octubre, ignorando el hecho de que las fuerzas armadas de múltiples grupos palestinos participaron en la acción, señalando así un apoyo a la acción que se extiende mucho más allá del brazo militar del partido que fue elegido democráticamente para gobernar Gaza. Además, Butler quiere formar parte de un "imaginar y luchar" por el tipo de igualdad que "obligaría a grupos como Hamás a desaparecer". No está claro qué cuenta como ser "como Hamás" para Butler, ni qué características son las que harían desaparecer a un grupo. Si, por ejemplo, lo que importa es el uso violento de la fuerza, entonces la lucha de liberación de un pueblo colonizado, ocupado y oprimido queda descartada de antemano. El horizonte político que unía a las fuerzas progresistas a finales de los años setenta queda en escorzo.
Al querer "obligar a grupos como Hamás a desaparecer", la postura de Butler coincide con la de Joe Biden y Benjamin Netanyahu. Sin embargo, a diferencia de ellos, Butler nombra y rechaza la ocupación. Pero Butler se hace eco de su posición y de su táctica de separar a Hamás de Palestina y condicionar la liberación palestina a esta separación. Cuando Hamás es el líder ampliamente reconocido y aceptado de la lucha por una Palestina libre, esperar su disolución es un fracaso de la solidaridad internacional. Golpea y abre una brecha en un frente unido en la resistencia al imperialismo. Defender a Hamás es tan inconcebible que apenas se aborda; se ataja condenándolo de antemano, como para sellar una puerta ya cerrada y atrancada. "Ponerse del lado de Hamás" es una acusación, una excoriación, más que el reconocimiento de cuál es la posición de cada uno en un conflicto fundamental.
Butler dice que Hamás tiene "una respuesta aterradora y espantosa" a la pregunta de qué mundo es posible tras el fin del dominio colonial de los colonos. Butler no nos dice cuál es la respuesta de Hamás. No se menciona el documento político que el grupo emitió en 2017, que, en palabras de Tareq Baconi, "aceptaba la creación de un Estado palestino en las fronteras de 1967, la Resolución 194 de la ONU para el derecho al retorno y la noción de restringir la lucha armada para operar dentro de los límites del derecho internacional." Este documento no me parece ni aterrador ni espantoso, aunque sea difícil de imaginar dada la proliferación de asentamientos ilegales israelíes en Cisjordania. El 13 de diciembre, Butler pidió disculpas a los estudiantes de Harvard. Reconoció la posibilidad de que Hamás sea "un movimiento de resistencia armada" que podría situarse en una historia más larga de lucha armada, o al menos que se trata de "cuestiones importantes". La defensa del líder del movimiento de liberación palestino quedó fuera de la mesa. El 11 de marzo de 2024, Butler dijo que "no todas las formas de 'resistencia' están justificadas".
Los oprimidos luchan contra sus opresores por todos los medios necesarios. Eligen –y se ven obligados a elegir por el entorno en el que se desarrollan sus luchas de liberación– las estrategias y tácticas que necesitan para vencer. ¿Cuánta disidencia tolerará el opresor? ¿Cuánta fuerza utilizará el opresor para sofocar la rebelión? ¿Hasta qué punto depende el opresor de la conformidad de los oprimidos? ¿Cuánto oprobio moral está dispuesto a absorber el opresor? Reconocer el derecho a resistir a un opresor, el derecho a la autodeterminación nacional, significa defender a quienes están dispuestos y son capaces de luchar contra sus opresores. Esta defensa no tiene por qué ser acrítica: a menudo los individuos, los grupos y los Estados se encuentran en la posición política de defender a aquellos con los que no están de acuerdo. Pero esta defensa debe tomar su orientación de los oprimidos en su lucha por la liberación, no del opresor o del orden imperialista más amplio que permite y valida la opresión. Tiene que arraigar la solidaridad en los "puntos comunes de resistencia" más que en los "puntos comunes de opresión", por utilizar la formulación de Robin Kelley. Esta idea no es nueva, tiene una larga historia en las luchas antiimperialistas y de liberación nacional.
El declive de la solidaridad antiimperialista, evidente en posturas como la de Butler, refleja una despolitización más amplia, un conjunto de premisas diferentes, disminuidas. Hoy en día –al menos hasta el 7 de octubre– la gente se queja de que la izquierda no existe o, si no se queja, imagina la política de izquierdas en términos de una multitud de singularidades, innumerables individuos con todas sus opciones y sentimientos específicos. Incluso cuando los llamamientos a la interseccionalidad intentan establecer conexiones entre cuestiones que cuatro décadas de fragmentación neoliberal han intentado mantener separadas, los fundamentos jurídicos liberales del concepto sitúan con demasiada frecuencia al individuo como intersección y a las cuestiones como asuntos de identidad. Despolitizadas a nivel de organización, las cuestiones se repolitizan en y como individuos. ¿Qué piensa un individuo? ¿Se siente cómodo expresándolo? ¿Qué expresiones amenazan esta comodidad y socavan su sensación de seguridad? La constricción de la política a la gestión de las ansiedades individuales replantea el egocentrismo como moral, ya sea en los campus universitarios o en las localidades que regulan las protestas públicas. Esta constricción no es más que un momento en el desplazamiento más general y sistémico de la política por el moralismo, que se manifiesta en la sustitución del trabajo de ayuda por la organización política militante, la administración por la lucha, y las ONG y OSC por partidos revolucionarios.
Lo que encontramos no es despolitización, es derrota. La política continúa, pero en una forma estructurada de esta derrota. Incapaces de constituirnos como un bando coherente en la lucha contra el imperialismo, nos cuesta tomar partido, no vemos ni nos preguntamos de qué lado estamos. Incluso reconocer los bandos se tacha de pensamiento binario o de incapacidad infantil para aceptar la complejidad y la ambigüedad.
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El documento estratégico de 1969 del Frente Popular para la Liberación de Palestina (FPLP) nos ofrece una ventana al mundo político evocado por Said y Kelley, uno que el moralismo de Butler no sólo oculta sino que, en su mantenimiento de las condiciones sionistas e imperialistas para hablar, se opone activamente. Redactado en 1967, una vez se produjo la derrota árabe en la guerra de junio, el texto fue el documento fundacional del FPLP. En él ocupa un lugar central la cuestión del imperialismo. Tras la Segunda Guerra Mundial, afirma el documento, las fuerzas capitalistas coloniales se agruparon en un campo, dirigido por el capital estadounidense, mientras que los países socialistas y las luchas de liberación formaban un campo revolucionario opuesto. Mediante técnicas neocolonialistas para contener las luchas de liberación nacional, EEUU intentó hacer realidad sus intereses. Más allá de esto, el partido observó, como demostraron las invasiones estadounidenses de Vietnam, Cuba y la República Dominicana, que EEUU estaba perfectamente dispuesto a utilizar la fuerza armada. Después de que Estados Unidos fracasara en su intento de impedir que el movimiento árabe se fusionara "con el campo revolucionario mundial", el imperialismo estadounidense apoyó militarmente a Israel. Esto significaba, para el FPLP, que la lucha palestina no podía evitar la confrontación con el enorme poder y la ventaja tecnológica del imperialismo. Como una cuestión de estrategia, entonces, Palestina no tenía otra opción que "entrar en plena alianza con todas las fuerzas revolucionarias a nivel mundial".
El documento afirma:
Los pueblos de África, Asia y América Latina sufren a diario una vida de miseria, pobreza, ignorancia y atraso, resultado del colonialismo y el imperialismo en sus vidas. El mayor conflicto que vive el mundo de hoy es el conflicto entre el imperialismo mundial explotador, por un lado, y estos pueblos y el campo socialista, por otro. La alianza del movimiento de liberación nacional palestino y árabe con el movimiento de liberación de Vietnam, la situación revolucionaria de Cuba y la República Popular Democrática de Corea y los movimientos de liberación nacional de Asia, África y América Latina es la única vía para crear el campo capaz de enfrentarse y triunfar sobre el campo imperialista.
Así pues, la solución política al problema de Palestina se desarrolla necesariamente como una lucha global contra el imperialismo. El "nosotros" de "todos somos palestinos" es el nombre del bando que lucha por todos nosotros. En palabras de Ghassan Kanafani, novelista, poeta y miembro fundador del FPLP asesinado por Israel en 1972, citadas en la introducción del documento de 2017, "la causa palestina no es una causa solo para los palestinos, sino una causa para todo revolucionario, esté donde esté, como causa de las masas explotadas y oprimidas de nuestra época."
En varios campus universitarios se ha prohibido el lema "¡Del río al mar, Palestina será libre!". Incluso ha habido un debate internacional sobre la consigna, otra parte de la guerra contra el sentimiento de solidaridad con Palestina y la extinción del proceso subjetivo que el 7 de octubre incitó. Lo que realmente debería molestar a los imperialistas es otro eslogan: "En nuestros miles, en nuestros millones, todos somos palestinos". Esta afirmación rechaza la fragmentación, reconociendo al sujeto antiimperialista como un efecto de la causa palestina. Sustituye las suposiciones individualizadoras del gerencialismo neoliberal y del humanitarismo por el universalismo divisivo del antiimperialismo.
Defendiendo a Hamás, nos ponemos del lado de la resistencia palestina, respondiendo a un sujeto revolucionario –el sujeto que lucha contra la ocupación y la opresión– y reconociendo a este sujeto como efecto de un proceso contestado y abierto. ¿De qué lado estás? ¿De la liberación o del sionismo y el imperialismo? Hay dos bandos y ninguna alternativa, ninguna negociación de la relación entre opresor y oprimido. La opresión no se gestiona mediante concesiones enervantes a las normas del discurso permitido, sino que se anula. La ilusión de un medio y una multitud se desvanece a medida que la división constitutiva de lo político aparece en toda su cruda brutalidad.
Así se puede desprender de la formulación clásica de Carl Schmitt que entiende lo político en términos de intensificación de la relación amigo/enemigo. Pero en lo que difiere es en su reconocimiento de la jerarquía. La ocupación colonial y la explotación imperialista producen enemistad; la enemistad no es el escenario afectivo de iguales en conflicto. No es una guerra de todos contra todos. Es una guerra de oprimidos contra su opresor, la rebelión de aquellos cuyo derecho a la autodeterminación es negado contra aquellos que lo niegan. Los dos bandos emplean órdenes de sentido radicalmente distintos: desde el interior de uno, el otro parece enloquecido y monstruoso, completamente disparatado. No existe un tercer punto desde el que evaluar la situación, ni una autoridad soberana neutral o un sistema de legalidad que no sea barrido hacia uno u otro lado. Las muertes no pueden tabularse y enchufarse en un cálculo que garantice cuándo se iguala todo. La historia no determina la cuestión. Las fechas a partir de las cuales empezamos a narrar la secuencia de los acontecimientos no son simplemente alternativas. La división constitutiva de lo político llega hasta el final.
Podría ser tentador tratar a Palestina como el síntoma de algún fracaso mayor -del derecho internacional, digamos, y del régimen de derechos humanos o del mundo sin problemas del neoliberalismo globalizado. En este caso, Palestina marcaría el punto en el que estos sistemas entran en contradicción consigo mismos, su exclusión constitutiva. Esta tentación debe resistirse. El derecho siempre se enfrenta a casos difíciles y a retos de aplicación sin desmoronarse. El neoliberalismo globalizado ha proliferado la fragmentación, la separación y la perforación del espacio político en una miríada de zonas individuales. Como ha demostrado Quinn Slobodian, la descentralización ha sido uno de los principales mecanismos para asegurar los intereses de clase capitalistas. Palestina no nombra un síntoma; nombra un bando en la lucha contra el imperialismo. Cuando la resistencia palestina perforó dramáticamente su escenario de ocupación y opresión, resurgió el hecho de este bando. Se enfrenta a un orden que quiere ignorarlo con el hecho de una voluntad continuada de persistir, de reparar la injusticia, de reclamar lo que se le ha arrebatado y de ser reconocido como un pueblo, una nación, un Estado con derecho a la autodeterminación. Palestina da nombre a un sujeto político.
Se puede recurrir a una rica bibliografía para completar la idea de la subjetividad política palestina. Los puntos clave podrían incluir: la centralidad de la resistencia para imaginar una identidad nacional tras la Nakba; la especificidad de la diversidad religiosa palestina (musulmana, cristiana, judía); y la dispersión de los palestinos por Israel, los territorios ocupados y la diáspora. Más convincente es la provocadora afirmación de que todos somos palestinos. Esta afirmación no debe entenderse como ese tipo de identificación sentimental que dice que todas las formas de sufrimiento son variaciones del mismo sufrimiento, por lo que todos deberíamos llevarnos bien. Más bien, es el eslogan político de la emancipación universal radical que responde al sujeto como efecto de la causa palestina. No todo el mundo habla en nombre de Palestina, pero Palestina habla en nombre de todos.
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