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La cultura popular en la Gran Bretaña de Thatcher

En esta entrevista realizada por Didier Eribon, Raymond Williams aborda las teorías sobre la cultura, la comunicación de masas, la Nueva Izquierda, los estudios culturales, los años sesenta, la cultura dominante, tanto la residual como la emergente, la Nueva Derecha, la clase obrera y la resistencia cultural al thatcherismo.

Didier Eriborn 6 junio 2023

La cultura popular en la Gran Bretaña de Thatcher

En los últimos veinte años se ha desarrollado en Gran Bretaña la investigación en los campos de la sociología y la cultura. ¿Cuál ha sido la orientación de estos trabajos?
Por supuesto, antes de esta época ya realizábamos trabajos que, en otros países, se habrían incluido bajo esta categoría. En lo relativo a la literatura, por ejemplo, nos hacíamos preguntas de naturaleza sociológica, pero no las respondíamos de forma explícitamente mediante esta disciplina. En los años sesenta se produjo un cambio importante, relacionado con el desarrollo de la Nueva Izquierda. Estos nuevos trabajos, que estuvieron vinculados a fenómenos políticos, poseen tres aspectos. En primer lugar, el estudio de la literatura canónica desde una perspectiva sociológica. La segunda, y que se desarrolló muy rápidamente, fue el estudio de la cultura popular y especialmente de la televisión, del cine y de la prensa sensacionalista. En tercer lugar, de la mano del estudio de la cultura popular, se desarrolló el estudio de la subcultura: la cultura de los grupos minoritarios, de los grupos alternativos o inconformistas. Según se argumentaba, no se puede uno contentar con estudiar la cultura popular como si fuera una colección de documentos, sin tener en cuenta cómo los grupos hacen uso de esos documentos. Toda esta investigación fue muy activa y tuvo como correlato una importante labor política.

¿No sin algunas discusiones teóricas bastante animadas durante el proceso?
Hubo importantes discusiones teóricas y la más importante, creo, giró en torno a la cuestión de la ideología, un análisis de Althusser que se había importado de Francia de forma bastante acrítica. Esto, junto a su choque con el énfasis que se había puesto en la idea de cultura en Inglaterra, constituyó la base de una polémica que sigue muy viva.

¿Podría decirnos algo más sobre la oposición que establece entre el énfasis en la cultura y el énfasis en la ideología?
Por razones históricas, el estudio de la sociología en Inglaterra se centró en la idea de "cultura". Mis primeros trabajos se centraron por completo en el surgimiento de la idea de cultura y sus diversos usos por parte de los distintos grupos sociales. De hecho, hice hincapié en los tres sentidos de la palabra "cultura". Por un lado, se utilizaba en un sentido muy reaccionario para designar valores tradicionales en oposición al desarrollo moderno. Por otra parte, se utilizaba para establecer una distinción, que también se encuentra en alemán, entre "cultura" y "civilización", es decir, como esfera intelectual y artística en oposición a la esfera material. Y luego estaba la idea de cultura en el sentido marxista, donde se considera como la esfera de actividad necesariamente vinculada a la organización social. La tradición intelectual en Inglaterra se desarrolló en torno a la idea de "cultura" en estos sentidos diferentes y contradictorios.

Así que su intervención en la controversia teórica se basó en los análisis históricos que había llevado a cabo en su libro Cultura y sociedad.
Recorrí la historia de la idea de "cultura" desde su aparición a finales del siglo XVIII y principios del XIX, e intenté ver qué pensadores la utilizaban en sus sentidos distintos. Mi libro intentaba distinguir entre estos para decir que el sentido efectivo y verdadero de "cultura" era el tercero, es decir, que la cultura era necesariamente parte integradora de la organización social y de la producción social. Ahora bien, poner el acento en el concepto de ideología no era incompatible con este tercer sentido que yo había puesto de relieve, pero llevó algún tiempo aclarar las cosas, porque, en sus aplicaciones más estrictas, el concepto de ideología no reconocía la naturaleza híbrida de la cultura. Quiero decir que si se toma la ideología en sentido estricto, toda producción cultural es o bien el producto de la conciencia de la clase dominante, o bien de la cultura subordinada de la clase dominada. En ese caso, para analizar la cultura basta con mostrar su lugar en los distintos segmentos de la sociedad. En cambio, en el tercer sentido que yo había esbozado, la cultura, aunque entendida como parte de la producción social, era de naturaleza mucho más compleja porque, al mismo tiempo que era dominante o dominada, poseía otras características que yo llamaba "residuales", es decir, remanentes de formas anteriores de organización social, y "emergentes", es decir, producidas por movimientos de oposición o alternativos dentro de una sociedad dada, y que, aunque afectadas por la ideología dominante, no podían reducirse a ella. Aquí radicó la controversia entre "cultura" e "ideología".

¿Y esta controversia tuvo un impacto directo en el curso de acción de la Nueva Izquierda?
Sí, porque los que tenían la visión más estricta y simple de la ideología decían que era una ilusión pensar que podía haber culturas residuales, alternativas, de oposición, y que todas las culturas funcionaban sólo en el marco de la ideología dominante. Los que adoptábamos el punto de vista opuesto estábamos de acuerdo hasta cierto punto, pero insistíamos en que constantemente se estaban creando espacios para una "cultura emergente", y que era precisamente ahí donde debíamos basar nuestra actividad política, ya que esta actividad consistía en intentar crear esos mismos espacios alternativos.

¿Es esto lo que impulsó su reflexión sobre los nuevos medios de comunicación?
Obviamente, este tipo de pensamiento estaba relacionado con el nuevo papel que desempeñaban los nuevos medios de comunicación: el cine, la radio, la televisión, la prensa sensacionalista, etc. Los estudios culturales en Inglaterra, pero también en Estados Unidos, estaban divididos en una línea divisoria muy importante entre los que calificaban estas nuevas herramientas de "comunicación de masas" y los que, entre los que me encontraba, rechazaban las implicaciones de este concepto. Esto se debía, en primer lugar, a que esta idea estaba atrapada en la descripción capitalista del mercado de masas y no permitía comprender los complejos y variables procesos en curso. Uno debe distinguir entre las diferentes recepciones de lo que se denominaba "comunicación de masas", por ejemplo el hecho de que el espacio sociológico del cine es juntarse entre personas, mientras que el espacio sociológico de la televisión es una dispersión, una audiencia muy numerosa, pero que, en lo que se refiere a las relaciones sociales inmediatas, es muy restringida: un grupo de amigos, una familia, o incluso una sola persona. Reunir todas estas situaciones bajo el mismo concepto de "comunicación de masas" me parecía un error, y creo que, de hecho, la verdadera comunicación de masas pertenece a una situación anterior: las concentraciones masivas, la multitud, un público muy numeroso reunido en un mismo espacio. Con los nuevos medios de comunicación se produjo una nueva situación: un público muy numeroso pero disperso. Y quienes estudiaban esos medios como "comunicación de masas" daban por sentado que se trataba de instrumentos que borraban las diferencias entre las personas, que producían una conciencia saturada incapaz de cualquier reacción o pensamiento más allá de lo que esos medios decían.

¿Cuáles eran sus lecturas?
La mayor parte de mi trabajo sobre estas instituciones criticaba la mayor parte de su producción. Pero el hecho es –y la situación puede haber sido diferente en Gran Bretaña de la de otros países, al menos en determinados momentos– que particularmente durante los años sesenta la televisión constituyó un espacio en el que elementos de la cultura de oposición y alternativa establecieron vínculos con una nueva audiencia. En los años sesenta, un nuevo teatro "radical", documentales "radicales", encontraron un lugar en la televisión. Por supuesto, los que estaban en el poder se dieron cuenta y restringieron las oportunidades para estas intervenciones. Así que es cierto que se produjo un cierre. Pero, desde la perspectiva simplista que yo criticaba, estos experimentos nunca deberían haber podido tener lugar en primer lugar, porque la noción de "comunicación de masas" significaba que los instrumentos de comunicación de masas simplemente expresaban los valores de la sociedad de masas, es decir, los valores de la clase dominante destilados en una forma en la que podían ser comunicados con bastante crudeza. Pero esto nos devuelve a lo que decíamos hace un momento sobre las cuestiones teóricas.

¿Mantiene hoy esa interpretación?
Creo que, actualmente, la exclusión de tales experimentos es total. Y si uno viera hoy la televisión británica, llegaría a la misma lectura que la simplista de la "comunicación de masas". Pero, por otra parte, y ésa era la segunda parte de mi crítica, no creo que la gente acepte los programas tan acríticamente como nos quiere hacer creer la teoría de la comunicación de masas. Así que la percepción de la gente como consumidores pasivos no es del todo errónea, pero pasa por alto una gran parte de la realidad.

Basándose en lo que acaba de decir, ¿cuál es su lectura de la crisis actual en Gran Bretaña y de las posibilidades que podría abrir para la creación de espacios alternativos?
La crisis de la economía británica forma parte de la crisis general de la economía capitalista, pero empezó mucho antes y, en ciertos aspectos, puede ser más profunda. Parece improbable una solución inmediata, salvo un bandazo a la derecha o a la izquierda. De hecho, en los últimos años, y no sólo bajo el gobierno conservador, porque en los últimos años del gobierno laborista se iba en la misma dirección, lo que hemos visto ha sido un bandazo hacia la Derecha. Esta crisis está mediada culturalmente en el sentido de que hay una intensa producción de supuestas soluciones que giran todas en torno a la represión de la clase obrera organizada. Es un ataque muy abierto y muy diferente de la hostilidad "normal" hacia la clase obrera. Ahora se ha convertido en una identificación de la clase obrera y de los sindicatos como causas de la crisis. Esta explicación –creada y comunicada culturalmente– ha tenido un éxito aterrador, dado que ciertos sectores bastante amplios de la clase obrera se han movilizado contra sus propios intereses. Y esto ha ido de la mano de una postura mucho más represiva hacia los actos de protesta.

Sin embargo, aunque haya tenido éxito a corto plazo, no está nada claro que esta estrategia pueda tener éxito a largo plazo, porque este proceso se basa en premisas que la realidad está destinada a desmentir. Ciertas medidas se derivan de esta suposición de que la clase obrera organizada es la raíz de todos los males, como el aumento del desempleo, el cierre de las regiones industriales, en otras palabras, centrarse en ciertas regiones de la clase obrera en Gran Bretaña con medidas que podríamos llamar punitivas. Y así, la idea que había sido culturalmente aceptada choca con lo que ocurre concretamente con la gente, que pensaba que estaba señalando con el dedo a otras personas cuando estaba señalando con el dedo a la clase obrera, que de hecho no acepta lo que está ocurriendo.

¿Cree que la lucha en el ámbito de la cultura adquiere aquí una gran relevancia?
El autoritarismo choca con lo que era la verdadera tradición liberal en ciertas esferas de la vida británica. Mi sensación es que este movimiento de resistencia liberal que está saliendo a la luz no es lo suficientemente fuerte como para oponerse a la ola autoritaria. Pero lo que sí se puede decir es que el consenso centrista que ha dominado la vida política y cultural británica desde 1947 ya no es viable. En los años sesenta luchamos contra el consenso, pero pensábamos que el consenso se mantendría. De hecho, la derecha lo rompió. En este contexto, la lucha cultural es absolutamente crucial, porque es el terreno en el que se debe establecer la interpretación de la crisis para que se produzcan todas las demás consecuencias prácticas. El programa del Gobierno conservador consiste simplemente en modificar la actitud de los trabajadores para que dejen de ver las cosas desde la perspectiva de la clase obrera organizada y de los sindicatos, y para que trabajen de forma más dócil en "interés de la nación", con un odio casi organizado hacia cualquier país con el que Gran Bretaña discrepe, con el fin de apuntalar esta visión de una Vieja Inglaterra que ya no existe, pero que sin embargo representa el "futuro" que propone la Derecha.

¿Cree que están tomando forma los espacios culturales alternativos de los que hablaba hace un momento?
Esa es una pregunta es muy difícil de responder, porque la otra cosa que hay que decir es que hay mucha más autoorganización de iniciativas populares, de base, a nivel de fábrica, con todo tipo de grupos de oposición y alternativos, de lo que ha habido nunca en este país, al menos en este siglo. Y, en este momento, es muy difícil predecir si eso es simplemente el trabajo de una minoría activa, o si es el primer paso de un movimiento de fracciones más amplias de la clase obrera e incluso de todos aquellos que se han visto afectados por la crisis. Y tengo la impresión de que esta resistencia cultural se está desarrollando en ciertas regiones, especialmente en Gales, en Escocia y en el norte de Inglaterra, lugares que han sido duramente golpeados, y por supuesto entre la juventud mejor educada. Es en este frente de resistencia cultural donde se libra hoy toda la batalla. Y aunque uno tiene ciertos temores, la posibilidad de una verdadera apertura de la izquierda me parece más real de lo que ha sido en los últimos quince años, en el sentido de que es la única alternativa práctica a la ofensiva de la derecha dura.

Didier Eribon es catedrático de Sociología en la Universidad de Amiens. Entre sus libros figuran Michel Foucault, Insult and the Making of the Gay Self (Michel Foucault, el insulto y la formación del yo gay) y Returning to Reims (Regreso a Reims), su libro de memorias, un éxito de ventas, en cuyo epílogo reflexiona sobre el impacto personal de la lectura de la novela de Williams Border Country (País fronterizo).

La entrevista original de Libération puede encontrarse en el blog personal de Didier. También hay una breve introducción en francés que describe cómo se interesó por los estudios culturales y Williams a través de la lectura y el encuentro con Pierre Bourdieu, y cómo tuvo que convencer a la revista francesa para que publicara lo que la prensa francesa consideraba material "anticuado" en la Francia de los años ochenta. La entrevista fue publicada originalmente en el blog de la Raymond Williams Society.