Ernest Mandel 1923-1995. Un marxista optimista y apasionado
Ernest Mandel se dedicó a demostrar que una mejor forma de vida no sólo era imaginable sino realizable. Mucho se ha dicho acerca del impacto político de sus ideas y su praxis política, y hay mucho de rescatable en estos aspectos de su trabajo.
Ernest Mandel fue un hombre extraordinario en una época extraordinaria. Estamos aquí reunidos para homenajearlo por su apasionada adhesión al marxismo, por su profunda y constante conexión con las luchas contra la opresión, por la amplitud de su conocimiento, por su rigor intelectual, y por su capacidad para conocer el mundo que es mientras continuaba luchando por el mundo que debería ser.
Ninguna vida está libre de errores y angustias. Pero algunas nos recuerdan que una vida puede ser vivida con ideales, pasiones y acciones completamente coherentes entre sí. Estamos aquí para homenajear a un hombre que vivió una vida tal.
Vivimos una época en la que el capitalismo pareciera haber derribado todas las barreras a su hegemonía global. Se nos dice constantemente que no hay alternativa, que nada funciona mejor que el capitalismo. E incluso se nos dice al mismo tiempo que no tiene por qué funcionar del todo bien después de todo.
La Organización Internacional del Trabajo (OIT) encuentra que cerca del treinta por ciento de la población mundial está desempleada o subempleada –cuarenta por ciento si uno mira en el Tercer Mundo. Los diarios señalan todo el tiempo que las ganancias son altas, los salarios bajos y la mecanización avanza tan rápidamente que la mayoría de los trabajadores puede ser redundante en un futuro cercano.
Estas son, por supuesto, las buenas noticias. Pero también hay malas noticias: el nivel de quiebras permanece alto, las tasas de intercambio giran sinuosamente de manera peligrosa e impredecible, las guerras y revueltas hierven y estallan por todo el mundo y el conjunto del sistema monetario internacional se asienta sobre el equivalente financiero a una falla sísmica –con Japón, cuyo glorioso ejemplo es utilizado para representar lo mejor del capitalismo, en el epicentro.
Citando a The Economist: «El mayor riesgo actual para la estabilidad económica del mundo es un colapso financiero en Japón.» (17‑6‑95; 76) Habría, por supuesto, que agregar la devastación ecológica, el agujero de ozono, y la alta probabilidad de recalentamiento global y sus desastrosas consecuencias.
La dinámica íntima del sistema
¿Es esta la única realidad posible? Ernest Mandel se dedicó a demostrar que una mejor forma de vida no sólo era imaginable sino realizable. Mucho se ha dicho acerca del impacto político de sus ideas y su praxis política, y hay mucho de rescatable en estos aspectos de su trabajo.
Por esta razón, me gustaría detenerme específicamente en su contribución intelectual a un aspecto absolutamente fundamental en la lucha contra el capitalismo: el análisis de su propia dinámica interna, de las fuerzas que lo conducen vertiginosamente a nuevas alturas sólo para arrastrarlo a nuevos abismos ‑el análisis, en otras palabras, de las leyes internamente generadas del movimiento del capitalismo.
En el momento culminante de la gran expansión de posguerra, con los Estados Unidos aparentemente firmes en el mando de lo que era entonces un nuevo orden capitalista, parecía muy claro que el futuro del capitalismo sería ilimitado. En efecto, por los años 50 era moneda corriente que la así llamada revolución keynesiana había descubierto las herramientas para regular el capitalismo y guiarlo hacia un destino socialmente deseable.
El «ejército de reserva de desocupados» podría ser abolido mediante políticas diseñadas para mantener altos niveles de empleo, contrarrestar el ciclo económico con medidas anticíclicas, y eliminar la pobreza mediante el estado del estado de bienestar.
El retorno de la crisis
Mi propia experiencia es una buena ilustración del modo en el que este clima se reflejó en los ambientes académicos. Ingresé a Columbia en el otoño de 1967. Fue el período en el cual en el libro de Daniel Bell El fin de las ideologías tuvo un gran impacto, al menos en los círculos intelectuales.
En la recepción de todos los estudiantes, fuimos recibidos por el jefe del Departamento de Economía. Nos felicitó por nuestra admisión en las apreciadas filas de la universidad. Habló acerca de la importancia de nuestra profesión, y de nuestro promisorio futuro. Y finalizó con la más curiosa nota: confesó que a raíz de esto, sentía pena por nosotros porque todos los problemas básicos de la economía ya habían sido resueltos! Había muchos detalles en los que trabajar, por supuesto, pero ninguno de importancia quedaba por descubrir en economía.
El mundo marchaba sobre rieles y los académicos a la cabeza de todas las cosas. Menos de nueve meses después en la primavera de 1968 llegó de París la revuelta de los estudiantes, la de los estudiantes mexicanos e incluso la de los estudiantes de Columbia, en la cual yo y muchos otros ocupamos edificios, incluyendo el mismo en el cual el discurso del Jefe de Departamento había sido pronunciado.
1968-70 marcó el punto de inflexión del largo período de expansión de posguerra y el comienzo de una serie de problemas económicos y políticos que continúan hasta hoy. Aquel viejo e ilusorio orden, de cualquier manera, cayó extraordinariamente rápido.
La renovación marxista
Habría que reconocer que por un tiempo el capitalismo de posguerra hizo importantes progresos en contener y canalizar los peores aspectos del capitalismo -al menos en los países más avanzados. Pero lo que se decía entonces era que el keynesianismo había dejado obsoletas todas las interpretaciones alternativas del capitalismo.
En particular, como Mandel señaló, el marxismo era considerado una de las escuelas de economía política fuera de moda que había fallado en enfrentar los nuevos desarrollos del capitalismo y en sus análisis.[1]
El primer gran trabajo de Mandel fue escrito en este clima y respondía a este desafío. La edición francesa del Tratado de Economía Marxista (TEM) apareció en 1962, y una inglesa en 1968. ¡Lo más impactante de este trabajo es que Mandel comienza por afirmar que los críticos del marxismo están claramente en lo correcto! Cito:
«… los que se consideran seguidores del marxismo son en parte responsables de la disminución del interés por la teoría económica marxista. Porque, en efecto, desde hace casi 50 años se contentan con repetir la enseñanza del marxismo en resúmenes de El Capital que pierden cada día más el contacto con la realidad contemporánea. … Los marxistas [se han mostrado incapaces] para rehacer, ajustándola a las condiciones de la segunda mitad del siglo XX, la obra realizada por Marx en el siglo pasado.
Esta incapacidad procede ante todo de causas políticas. Se debe fundamentalmente a la posición subordinada que, durante la era staliniana, se atribuyó a la teoría en la URSS y los partidos comunistas [y en una tendencia coincidente en Occidente, la que también se contentaba] con resumir más o menos fielmente los capítulos de El Capital escritos en el siglo pasado … [o también lo consideraban superado] `porque se apoya sobre datos de la ciencia del siglo pasado’.»[2]
Mandel no lo dice, pero debe ser dicho, que existieron otras notables excepciones: Michael Kalecki, Maurice Dobb, Paul Sweezy, Paul Baran, Paul Mattick y Harry Braverman.
Sin embargo, en comparación con estos autores, Mandel se impuso a sí mismo una enorme tarea: nada menos que «mostrar que es posible, sobre las bases de los datos científicos de la ciencia contemporánea, reconstituir el sistema económico completo de Karl Marx y que haciéndolo es posible proveer una síntesis de historia y teoría económica.» (TEM, vol. I, 20)
Característicamente, en forma explícita intenta tomar en cuenta tanto la experiencia y la historia occidental como la no occidental, porque él era siempre y en todo un verdadero internacionalista.
De los fundamentos a la automatización
En los tres volúmenes del TEM Mandel abarca un extraordinario abanico de temas. Comienza con la verdadera naturaleza de la sociedad, la comunicación, el lenguaje, la conciencia y la humanidad, y con la importancia del trabajo social -esto es, el trabajo en y a través del contexto social- para probar los fundamentos de la comunidad social.
Desde aquí se mueve sucesivamente hacia el desarrollo histórico del intercambio, de las mercancías y su valoración, del ascenso del dinero y del capital, del desarrollo del capitalismo mismo, de sus contradicciones internas, de su comercio exterior, de su transformación histórica en capital monopolista con sus específicos patrones y contradicciones, del imperialismo y el neoimperialismo, de la economía soviética y sus contradicciones, de las potencialidades y los problemas emergentes de la moderna mecanización (lo que él llamó la tercera revolución industrial), y por último, del potencial y la promesa de una genuina economía socialista fundada en una «abundancia de bienes y servicios».[3]
Se basó en un extraordinario conjunto de conocimiento científico en antropología, sociología, ciencia política, historia, finanzas, comercio, estadística, economía y otras disciplinas, publicadas en inglés, alemán y francés, por escritores de todo el mundo.
Hay muchos pasajes poderosos en este trabajo monumental; yo tengo tiempo decitar sólo uno, sobre el tema de la automatización. ¡Mientras lo leo, recuerden que fué escrito en 1962!
«El número de trabajadores ocupados en la producción desciende sin cesar de manera relativa y, a veces, incluso de manera absoluta… Además, la tercera revolución industrial substituye por máquinas el trabajo intelectual … empleados, contadores, … están siendo sustituidos … por calculadoras electrónicas… Algunos tecnócratas piensan incluso en la creación de un sistema económico donde [los trabajadores] serían completamente eliminados.
La tercera revolución industrial puede, pues, conducir a la abundancia o a la destrucción de las libertades, de la civilización y de la humanidad. Para evitar lo peor es preciso someter su empleo a la dirección consciente … las fuerzas productivas liberadas por la tercera revolución industrial deben ser domesticadas, domadas, civilizadas por un plan mundial de desarrollo económico. Deben conducir al gobierno consciente de los asuntos humanos, es decir, a una sociedad socialista.»[4]
La evolución de las ideas
En este trabajo, Mandel contínuamente hace hincapié en la importancia del «estudio de los datos empíricos, la materia prima de toda ciencia», tanto como en el estudio de las ideas de los que escribieron sobre el mismo tema.
Como él lo enfatiza, este modo de proceder es un aspecto crítico de la investigación marxista. Y en su próximo trabajo importante en economía, La formación del pensamiento económico de Marx, procede a ilustrar exactamente cuán importante era este procedimiento en la formación de las propias ideas económicas de Marx y Engels.
Mandel remarca la evolución de sus ideas, enfatiza que su temprana lucidez estaba aún limitada por la falta de conocimiento empírico.[5] Muestra que inicialmente Marx rechazó la teoría del valor trabajo pero que luego la adoptó y transformó. Por otro lado, Marx inicialmente aceptó la noción de que los salarios debían caer absolutamente a lo largo del tiempo, pero luego la rechazó en favor de la noción del descenso relativo -esto es, que la tasa de plusvalía crece con el tiempo.
Todo esto está al servicio de mostrar cómo, como todo gran científico, Marx constantemente desarrolló y profundizó su comprensión del capitalismo, y corrigió y refinó sus ideas. Dado que el trabajo maduro de Marx en los volúmenes II y III de El capital aparecen en forma fragmentaria, Mandel nos ofrece un gran servicio al guiarnos a través del desarrollo de sus ideas económicas.
[book-strip index="1"]
El capitalismo tardío
Es en su libro El capitalismo tardío[6] que Mandel llega a su propio y más importante análisis del moderno capitalismo. Avanza en forma brillante y con toda confianza «para ofrecer una explicación de la historia del modo de producción en el siglo veinte» -no sólo como una historia o un conjunto de patrones empíricos, sino como la ejemplificación de cómo las leyes generales de movimiento del capital se manifiestan en «formas fenoménicas concretas».[7]
Haciéndolo, Mandel se coloca plenamente en la tradición que Perry Anderson llamó Marxismo Clásico. En este acercamiento, que comienza con Marx, el capitalismo es visto como generando patrones fundamentales, los que están enraizados en el afán de lucro mismo y, por lo mismo, parte de su composición «genética».
Estas leyes de movimiento incluyen el funcionamiento de la ley del valor, la creación y mantenimiento de un ejercito de reserva de trabajadores (desocupados) mundial, la tendencia intrínseca del capitalismo a mecanizar toda forma de trabajo, y la recurrencia de largas fases alternativas de crecimiento y estancamiento.
Las instituciones y épocas capitalistas les dan una expresión particular, pero no crean estas leyes ni pueden abolirlas. El estado capitalista también opera dentro de estas leyes, modulándolas pero permaneciendo dentro de sus límites. Solamente aboliendo la causa profunda -el predominio del afán de lucro, y por lo tanto, la dominación de las relaciones capitalistas- pueden ser abolidas sus manifestaciones.
El capitalismo tardío es un trabajo que brillantemente desarrolla los temas encontrados en los trabajos previos de Mandel. Escrito en 1970-72, busca no sólo la explicación al largo boom de posguerra que finaliza en los comienzos de los setentas, sino también mostrar que este boom está sujeto a «límites inherentes … que aseguran que será seguido por otra onda larga de creciente crisis económica y social del mundo capitalista, caracterizada por una tasa de crecimiento general más baja.»[8]
Están aquí presentes los fascinantes e importantes debates sobre la relación entre las leyes de movimiento y la historia actual, de la estructura del mercado mundial capitalista, de la aceleración de la innovación tecnológica a partir de la cada vez más «sistemática aplicación de la ciencia a la producción»,[9] de la tesis del intercambio desigual y sus implicaciones para el desarrollo desigual, de las raíces de la inflación actual en el crédito bancario privado y no solamente en los déficits de los presupuestos estatales, del rol de estado y la ideología, y de la recurrencia de las ondas largas a través de la historia del capitalismo.
Las ondas largas
La noción de onda larga juega un rol particularmente importante en El capitalismo tardío, y provee una base para su temprana predicción del siguiente período de estancamiento y crisis. Mayores desarrollos del tema fueron presentados en sus libros The Second Slump (1977, 1978) y Las ondas largas del desarrollo capitalista (1980 y nuevamente revisado en 1995), y en su volumen coeditado titulado New Findings in Long Wave Research (1988).[10]
En su trabajo, Mandel liga las alzas y bajas de la onda larga a los correspondientes movimientos en la tasa de ganancia. Sus propias contribuciones específicas a esta discusión se encuentran en dos aspectos.
La primera era mostrar que las caídas y los ascensos en la tasa de ganancia y por lo tanto en la onda larga, pueden ser relacionados con la «lógica íntima del proceso de acumulación y valoración del capital a largo plazo».[11]
Un largo boom hace subir la composición orgánica del capital, disminuye el ejército de reserva de trabajo, y presiona los precios de las materias primas -todo lo que disminuye las ganancias y hasta cierto punto niega el boom mismo.[12] Allí comienza un período de recortes y bancarrotas, las que sólo exacerban la caída y la precipitan en una crisis general.
Es en este punto que el segundo elemento crítico del argumento de Mandel emerge: si el largo boom y la larga crisis son ambos generados por la dinámica interna del sistema capitalista, él señala que
«No hay mecanismos económicos que automáticamente produzcan una expansión de largo plazo… Todo depende del resultado de la lucha entre fuerzas sociales específicas en una serie de países clave en el mundo.»
La clave es la restauración de la rentabilidad, pero sugiere que uno o más shocks exógenos pueden ser necesarios para operar una recuperación. En este punto él permanecía abierto a mayor debate.
Una mente apasionada y abierta
Me encontré por primera vez con Ernest cuando estábamos preocupados en editar un libro en honor del economista y activista marxista Bob Langston. Fui inmediatamente capturado por su intenso y apasionado interés por el mundo que lo rodeaba, por su sentido del humor, por su habilidad para argumentar y discutir, y por su sorprendente apertura a las ideas opuestas a las suyas.
A lo largo de los años que nos carteamos y ocasionalmente encontramos y hablamos, mi afecto y mi respeto hacia él crecieron. He tratado de concentrarme, en esta breve reseña, en algunas de sus contribuciones sustanciales a la economía política internacional. Pero el espíritu de la vida y el trabajo de Ernest son igualmente importantes. Y para esto no puedo hacer nada mejor que citar sus propias palabras:
«Nuestro esfuerzo en este sentido no sobrepasa aquí el carácter de tentativa, y a la vez esbozo que se presta a múltiples correcciones, e invitación a las jóvenes generaciones marxistas de Tokio y Lima, Londres, Bombay y, -¿por qué no?- Moscú, Nueva York, Pekín y París, de recoger la pelota al vuelo y concluir mediante un trabajo de equipo lo que un trabajo individual no puede evidentemente realizar. Si la obra logra provocar tales ecos -aunque fueran críticos-, el autor habrá alcanzado plenamente su propósito. Porque no pretende formular de nuevo o descubrir verdades eternas. Quiere solamente demostrar la asombrosa actualidad del marxismo vivo. Este objetivo podrá alcanzarse no por la exégesis o la apología, sino, sobre todo, mediante la síntesis colectiva de los datos empíricos de la ciencia de hoy.»[13] Nosotros estamos aquí para saludar a Ernest, camarada y amigo, y para afirmar que hay muchas manos estiradas a través del mundo para atrapar la pelota y ponerla a volar nuevamente.
Este texto, traducido por Eduardo Sartelli, ha sido tomado de Againt the Current, n° 59, nov-dic 1995. Fue publicado inicialmente en castellano en el número 2 de la revista Razón y Revolución.
Notas
[1]Hemos tomado las citas de las ediciones en español de las obras comentadas. En este caso, Shaikh se refiere a la edición inglesa del Tratado de Economía Marxista, ERA (Serie Popular), México, 1985, [Tres tomos], t. 1, p. 13. El texto apareció en francés en 1962, en 1968 en inglés y en castellano en 1969. [N. del T.]
[2]TEM, t. 1, p. 17-19
[3]TEM, t. 3, p. 204-5
[4]TEM, t. 3, p. 97-8
[5]La formación del pensamiento económico de Marx, Siglo XXI, Madrid, 1974, p. 17. [La primera edición en castellano es de 1968. N. del T.]
[6]El capitalismo tardío, ERA, México, 1987. [La primera edición en alemán es de 1972, en castellano, de 1979. N. del T.]
[7]El capitalismo tardío, p. 9-10
[8]Ibid., p. 9
[9]Ibid., p. 244
[10]No conocemos traducción castellana de The Second Slump ni de New Findings… Existe traducción de Las ondas largas del desarrollo capitalista,
[11]El capitalismo tardío, p. 143
[12]El capitalismo tardío, p. 145-6; The Second Slump, 172; Las ondas largas… p. 15)
[13]TEM, t. 1, p. 25