Ellos lo llaman amor cambió mi forma de pensar sobre el trabajo, las emociones, la amistad y el género
Carta de la editora sobre Ellos lo llaman amor
En algún momento de las vacaciones, mientras estaba mirando TikTok en el sofá de casa de mis padres, apareció un vídeo sobre la estafa de la Navidad. La persona que aparecía en la pantalla de mi teléfono señalaba que son sobre todo las mujeres las que pasan semanas al final de cada año trabajando minuciosamente las 24 horas del día: planeando qué regalos comprar y qué comida especial adquirir; consultando en sus agendas las direcciones postales de cada miembro de la familia y de cada amigo, escribiendo tarjetas y, quizá, pidiendo a sus maridos que firmen con sus nombres al pie; envolviendo con cariño los regalos con papel de regalo navideño, organizando «entregas» secretas de regalos; y así una y otra vez. ¿Y quién se lleva el mérito del día mágico que crea todo este agotador trabajo? A Papá Noel. Un vídeo bastante convincente. Justicia para las madres de todo el mundo.
En los últimos años de estudios feministas marxistas, se ha producido un renacimiento del interés por el trabajo invisible (e invisibilizado) no remunerado (o mal remunerado) que se realiza en el hogar. Si estás leyendo esto, es probable que estés familiarizado con el concepto de reproducción social: engloba todo el trabajo que supone criar a los niños para que sean adultos preparados para el trabajo, y hacer que los trabajadores sanos estén en condiciones de trabajar cada día. Es el lavado de los uniformes, la compra y preparación de la comida, el cambio de pañales, la limpieza incesante. Por supuesto, el pensamiento feminista marxista en torno al trabajo doméstico no ha comenzado en este siglo. Gran parte de esta nuevo pensamiento está redescubriendo y reanimando el trabajo de Wages for Housework [Salarios para el Trabajo Doméstico], organización fundada en 1972 por un grupo de feministas italianas, británicas, francesas y estadounidenses.
En 2023, espero que la mayoría de vosotras acepte que cuidar de los niños y preparar la comida constituye un trabajo, se haga o no a cambio de un salario. Pero como sugiere mi simplista ejemplo del vídeo de TikTok, siempre hay nuevas afirmaciones controvertidas que hacer sobre el trabajo no asalariado y no reconocido. Entra Alva Gotby. Su nuevo libro, Ellos lo llaman amor –el propio título es una referencia a Wages for Housework– desarrolla un concepto que ella denomina «reproducción emocional».
Como dice Alva en su introducción:
El trabajo reproductivo tiene un importante aspecto emocional: el trabajo de tranquilizar a los niños, proporcionar compañía a los ancianos y mantener formas íntimas de socialidad. Este trabajo se conoce comúnmente como «amor». La emoción forma parte integrante de la reproducción social en sentido más amplio: es una parte clave del trabajo reproductivo. Por tanto, propongo que llamemos a este trabajo «reproducción emocional». La reproducción emocional no es algo en lo que normalmente pensemos o de lo que nos demos cuenta. Es el trabajo cotidiano que hacemos por nuestros familiares, amigos, compañeros de trabajo y otras personas: animar a quienes se sienten tristes o solos, crear calor emocional.
Basándose en el trabajo de Wages for Housework, Arlie Hochschild y otros, Alva examina el trabajo emocional que no solo reproduce a los trabajadores, sino que crea buenos sentimientos y, en última instancia, reproduce nuestra inversión emocional en el statu quo. Lo que más me entusiasma del argumento que Gotby expone en el libro es que –y en este sentido me recuerda a algunos de los otros libros feministas marxistas que he editado a lo largo de mi trayectoria, Full surrogacy now y Rebel prostitutes– funciona un poco como una muñeca rusa. Comenzando con esta afirmación sobre el aspecto emocional de la reproducción social, el libro pronto lleva al lector a través de todas las implicaciones que tal concepto contiene. No solamente implica una comprensión específica del trabajo, de acuerdo con afirmaciones similares de Sophie Lewis:
El concepto de trabajo emocional nos ayuda a replantearnos tanto la emoción, a menudo considerada pasiva, como el trabajo, que tiende a construirse como actividad consciente. La emoción no es un estado psicológico pasivo. Pero tampoco algo debe ser plenamente consciente o activo para que pueda considerarse útilmente como trabajo. Trabajar es hacer algo, pero ese algo puede no ser siempre reconocible como actividad. Y aunque lo que podemos llamar legítimamente trabajo implique siempre un producto de algún tipo, este producto no siempre será reconocible como una «cosa» separada de su productor. Es difícil pensar en el trabajo emocional, ya que cuanto mejor se realiza, más parece no ser trabajo, tanto para el trabajador como para el receptor de la atención emocional. Todo trabajo puede implicar un esfuerzo por parte del trabajador, pero dicho esfuerzo puede parecer una mera expresión natural del sujeto trabajador. En los procesos de trabajo emocional en particular, el resultado del trabajo es a menudo invisible como producto y llega a aparecer como un aspecto de la personalidad del trabajador.
Sin embargo, como ya habrás podido discernir por esta cita, también implica una comprensión particular del sujeto de género o generizade. Para darte una muestra del libro: «El género puede entenderse como la capacidad para un determinado tipo de trabajo». Lo que Gotby quiere decir con eso, y a dónde te lleva, tendrás que leer el libro para descubrirlo. Pero si te digo que leer y editar este libro cambió mi forma de pensar sobre el trabajo, las emociones, la amistad y el género, quizá eso te dé una idea de por qué deberías hacerlo.
Rosie Warren, Editora