El comunismo autoritario de Harich
«Si Wolfgang Harich y quienes piensan y prevén cómo él tienen razón, o los partidos comunistas se tiñen de verde, o asumen el movimiento ecologista como el movimiento de masas que hay que privilegiar», reflexiona Vázquez Montalbán en esta reseña inédita.

Estos días estoy inquieto por el tema del catastrofismo, en tanto que ideología que se va infiltrando de arriba abajo, manipulada por el capitalismo para teledirigir mediante la droga del miedo. Y se nota porque no escribo de otra cosa. Para contrarrestar los efectos del catastrofismo negativo, represivo por parte de la burguesía, me he recetado a mí mismo una relectura de ¿Comunismo sin crecimiento?, de Wolfgang Harich, erudito alemán, originalmente especialista en Jean Paul (clásico romántico alemán que años más tarde nuestros libros de texto llamaban Juan Pablo) y actualmente la voz ecologista más destacada de los países del Este, en compañía del soviético Feodorov.
Al terminar la relectura, descubro lo mismo que ya descubrí al final de la primera lectura. Harich puede ser víctima de la autoterapia del disidente que busca causas mayores para minimizar la reivindicación de la libertad. Pero esta disposición subjetiva preconsciente no niega la realidad que «imagina» a partir de la lógica de los datos y de los procesos materiales. Y, en consecuencia, ¿qué hacen, qué hacemos los comunistas al no aplicar el descubrimiento del futuro para oponernos con suficiente fuerza a la estrategia del presente? Si Harich y quienes piensan y prevén como él tienen razón, o los partidos comunistas se tiñen de verde, o asumen el movimiento ecologista como el movimiento de masas que hay que privilegiar, porque de él surgirá la energía transformadora que determinará el cambio histórico, la energía más poderosa: la que dicta el deseo de sobrevivir.
La célebre fórmula de Sartre, «Socialismo o barbarie», es corregida de forma radical por Harich: o comunismo o barbarie. Pero habla de un comunismo autoritario, capaz de imponerse frente al caos de los intereses enfrentados, incluso en el seno del proletariado galáctico. Y es aquí donde empiezan mis sospechosas, que no invalidan la verdad comprobable de las premoniciones catastrofistas de Harich. ¿Acaso pretende proponernos un comunismo autoritario como garantía de futuro, con el propósito de no cuestionar el comunismo autoritario que mistifica nuestro presente?
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Esta reseña fue publicada en Treball 627, 1980.