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Eduardo Galeano sobre Salvador Allende: «La amistad es el único imán que nunca te falla»

Eduardo Galeano ofreció hace diez años una entrevista en teleSUR donde habló de cómo aprendió a descubrir la grandeza dentro de las cosas chiquitas y de los pequeños acontecimientos. En ella también habló de su relación de amistad con Salvador Allende, que reproducimos y transcribimos para mostrar la visión más humana del Presidente.

Eduardo Galeano11 septiembre 2023

Eduardo Galeano sobre Salvador Allende: «La amistad es el único imán que nunca te falla»

Yo fui muy amigo de los dos [Chávez y Allende], pero sobre todo de Salvador Allende porque hubo más tiempo de amistad. Fui muy amigo suyo. Con él viajé bastante. Por ejemplo, lo acompañé en algunas campañas políticas en Chile a las que él me invitaba a acompañarle. Así descubrí que existían los calzoncillos largos. Cuando llegamos al sur del sur, en Punta Arenas, estábamos muertos de frío los dos. Y me dijo: «Vas a tener que usar calzoncillos largos». «Yo no me pongo esas cosas», le espetó. «Y digo que sí te las vas a poner porque si no nos vamos a morir congelados los dos». Y ahí fuimos a una tienda y nos compramos calzoncillos largos hasta los tobillos, que se llamaban «matapasiones». Y con toda razón, porque cuando nos vimos en el espejo los dos y le dije «Ay, el nombre está justo: “matapasiones”».

Después, esa noche, yo descubrí la nieve. Nunca la había visto y gracias a mi amigo Allende lo hice. Estábamos sentados bebiendo juntos, era una cosa que nos gustaba hacer, a los dos nos gustaban los buenos tragos. Y empezó a caer la nieve, yo nunca había visto la nieve. Solo en las películas, pero en la realidad, nunca. Y ahí, contra la ventana oscura, iban cayendo del cielo esos copos de algodón con mucha suavidad, como no queriendo lastimar lo que tocaban. Ni siquiera el aire. Una cosa tan fina, tan delicada, era la nieve. Esa noche él me dio a leer el discurso que iba a pronunciar al día siguiente —estábamos en plena campaña electoral—, yo le agradecí, y le dije «bueno, le saco copia y te lo devuelvo.» «No, no, no, eso, eso es para ti, yo tengo una copia hecha, es tuya.» «Bueno, muchas gracias».

Al día siguiente fui al acto, por supuesto, y ya el discurso me lo sabía de memoria de tanto leerlo. Y cuando terminó, se acercó, me ubicó. Porque la amistad es el único imán que nunca te falla. Uno encuentra mujeres que ama, hombres que admira y quiere guiado por ese imán misterioso que es la pasión humana. De modo que él me ubicó en la multitud. Nos encontramos y me dijo: «¿Qué te pareció?». «Me gustó mucho, pero había una frase en el discurso que no estaba. O sea, tú dijiste cuando hablaste una frase que en el discurso que me habías dado no estaba.» Se empezó a reír y me dijo: «Ya sabía yo que te ibas a dar cuenta.» Y era una frase profética. Yo no sabía que era una frase profética, una especie de auto profecía, porque la frase yo le dije «oíme, ¿pero la inventaste en el momento?, ¿se te ocurrió en el momento? ¿La improvisaste?». «Surgió, surgió la frase. Yo no la tenía prevista, no tenía pensado decirla, pero surgió.» Le dije «¡Qué frase te echaste, hermano!, ¡Qué frase!» La frase decía: «Vale la pena morir por todas aquellas cosas sin las cuales no vale la pena vivir.»

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La transcripción de la entrevista en teleSUR ha sido ligeramente editada.

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